Juan
Manuel Fangio, el inmortal maestro, ya está instalado en nosotros
como un mito, como una leyenda cada día mas intensa, sin parangón
ni precedentes, que cuenta el protagonismo de innumerables e inolvidables
hazañas dentro de las pistas de todo el mundo. Pero por encima de
estos pergaminos dejó la imborrable huella de una personalidad que
con su particular ángel le ha permitido paradójicamente
tener un lugar donde permanecerá vivo por siempre: el lugar del
mito.
Desde su nacimiento se anticipó
a los hechos, puesto que figura en el Registro Civil de Balcarce (Argentina),
anotado por esos malentendidos de esas épocas, el día
23 de Junio de 1911 cuando en realidad debía leerse 24, fecha en
la que Juan Manuel siempre lo festejó ignorando lo que decían
sus documentos por ser su verdadera fecha de nacimiento.
Hijo de inmigrantes italianos:
los Fangio, que habían llegado de Castiglione Messer Marino y los
Deramo de Tornarece, ambos pueblos de la provincia de Chieti en la
encantadora región de Italia: los Abruzos. Debe su nombre al haber
nacido el día de San Juan y su padre -un ferviente monárquico-
como segundo nombre le puso Manuel en honor al rey de Italia; fue
también afectuosamente conocido como "chueco" por sus muchos
entusiastas, dado lo arqueado de sus piernas.
El
matrimonio de Loreto Fangio-Herminia Deramo, muy enamorados y también
muy jóvenes ya que él contaba con 19 años y ella con
17, se fueron a vivir al campo donde don Loreto comenzó a trabajar
de albañil y con un control absoluto de sus gastos comenzó
a ahorrar una moneda, que en aquellos entonces era muy sana y fuerte y
poco a poco fue haciendo crecer su familia. Los Fangio uno a uno fueron
llegando: primero fue José, después fue el turno de Herminia
y luego siguieron Carmen, Juan Manuel, Celia y finalmente Rubén
"Toto", padre de Juanmanuelito, que con el tiempo llegaría a ser
bicampeón en Estados Unidos en la categoría IMSA con Toyota.
A su vez, comenzó a crecer la casa levantada por las manos de don
Loreto, con las bases de un hogar muy bien constituido y estimado.
A los seis años Juan
Manuel comenzó a ir a la escuela, donde aprendió lo que aquellas
esforzadas maestras le enseñaron, que era todo lo que podían
y lo hacían sin horarios, para que sus chicos supieran más.
A los once años ya trabajaba de aprendiz en una herrería,
para un tiempo después dejar el yunque y entrar a un taller mecánico
lo que le permitiría comenzar a amigarse con las "máquinas
infernales" nacidas del otro lado del mar y con todo el progreso que había
llegado con ellas. Lavaba sus piezas y observaba para qué servía
cada una de ellas y miraba y re-miraba el armado de sus motores.
A
los trece años comenzó como ayudante de mecánico en
la agencia Studebaker de Miguel Viggiano donde, curiosamente, se preparaban
autos de carrera. Allí Fangio continúa ampliando sus conocimientos
de mecánica y perfeccionándose como conductor, al volante
del auto del taller, con el que iba a buscar piezas a los pueblos vecinos
recorriendo la "universidad caminera" que tenía todas las materias
necesarias para que un dotado pudiera graduarse: polvo, barro, fango y
a veces alguna laguna que había que pasar rezando. Todo esto como
preámbulo para su primer auto, su primer romance: un Overland de
4 cilindros, en pago de un año atrasado de sueldo en el taller.
Tras pasar casi un año
en cama víctima de una pleuresía de la que se sabía
que a la mortal tuberculosis había tan solo un paso, con la compañía
casi permanente de su madre, logra salir bien librado. y poco más
tarde el ejército lo incorpora con el sello de "apto para todo servicio".
También después se dedicó a practicar fútbol
con bastante acierto.
Ya con 21 años y
de vuelta a la casa familiar, animado y ayudado por unos amigos y también
por su padre que le entrega una parte del terreno, construyó su
propio taller conformado por un galpón que le dio el primer paso
para luego con el tiempo instalar otro taller en el centro de Balcarce,
siempre ayudado por sus amigos a los que siempre recordó con palabras
muy medidas "al automovilismo le debo todo lo que tengo, que es muchísimo.
Mis amigos llegaron a mí gracias al automovilismo, porque así
nació el galpón primero y pasé al taller, después.
Amigos que muchas veces fueron mucho más que eso, que ya es mucho".
Y
por fin, el triunfal comienzo. El sábado 24 de Octubre de 1936,
cuando sus infaltables amigos le consiguieron un taxímetro Ford
A modelo 1929 y allá se fue con su "barra" rumbo al circuito de
tierra de Benito Juárez donde,
marchando tercero, una biela dijo basta y abandonó. Y nuevamente
fueron sus irrenunciables amigos los que sucesivamente lo volvieron a colocar
en los circuitos, que con el tiempo dejaron de ser locales para pasar a
correr los que cubrían largas distancias realizadas principalmente
por caminos de tierra a lo largo y a lo ancho de la América del
Sur.
Comenzaron a llegar las satisfacciones.
La primera, en 1940, fue el Gran Premio Internacional
del Norte con 9.445 kilómetros de recorrido, que los cubre en
109 horas al comando de un Chevrolet. Esta carrera entre Buenos Aires,
a través de los Andes, a Lima, (Perú) y vuelta de nuevo,
tomó casi dos semanas con etapas diarias. Las reparaciones eran
completadas por el piloto y el copiloto al final de cada extenuante etapa.
Muchos éxitos siguieron en estos modificados autos americanos, lo
que lleva a crear una enconada rivalidad de marcas aún hoy existente:
"¿Ford o Chevrolet?", encabezada en esos momentos por Oscar Gálvez
y Juan Manuel Fangio respectivamente y lo que aparecía como una
apasionada porfía entre dos grandes hombres fue el comienzo de una
amistad que se prolongó hasta el final de sus vidas y seguramente
seguirá todavía, algo más allá.
El afán y la dedicación de sus amigos ya había sido
compensada al consagrarse dos veces campeón de carretera en los
años 1940 y 1941,
tras lo cual algunos meses después llegaría la guerra. El
racionamiento y la falta de cubiertas llevaron a la suspensión de
las carreras, lo que obligó a archivar los autos de carrera y todas
las locas aventuras por los caminos polvorientos. Es entonces cuando le
dio cabida a su otro mundo, el económico, que lo recorrió
tan exitosamente como el deportivo. Compró y vendió camiones
y también cubiertas usadas, ya que al estar cerrada la importación
había que arreglarse con lo que se podía. Recorrió
los pueblos de su provincia haciendo auténticos y exitosos malabares,
que lo hicieron muy conocido y respetado, por su honestidad y su palabra
en los negocios. Olvidó el taller mecánico, añorando
las carreras con sus ansias de lucha y de victorias a las que volvería
apenas se mostrase la primer señal.
Y la señal llegó,
la insensata contienda había cesado y los hombres volvían
a la reconstrucción. El Automóvil Club Argentino vio la posibilidad
de organizar las temporadas internacionales de coches especiales -hoy conocidos
como de Fórmula 1- con los viejos grandes pilotos del mundo y los
argentinos, que miraban asombrados las fabulosas joyas que llegaban y de
las que tanto habían oído hablar. Hasta que llegó
el mágico 6 de febrero de 1949 en el que Oscar Gálvez, bajo
una lluvia torrencial en el circuito de la Palermo
con un Alfa Romeo, puso la piedra fundamental de los triunfos argentinos.
Enseguida fue Fangio con una Maserati quien también vio la bandera
de cuadros en primer lugar y entonces
se decidió la continuidad allende el Atlántico.
Con
el apoyo del gobierno nacional desembarcó en Europa para continuar
su carrera con una frase que el tiempo la transformaría en una famosa
muletilla "¡Si pudiera ganar una sola vez ....!" Sin imaginar
siquiera que su deseo se vería largamente colmado ya que ese año
de 1949 con 37 años de edad logró
éxitos regulares en el circuito europeo que con sus siete triunfos,
bien podría haberse considerado como un campeonato más, de
haber estado en disputa.
En 1950
le dieron a conducir un Alfa Romeo. Batallando
con su compañero de equipo Nino Farina, terminó sub campeón
mundial, pero ya la semilla había sido plantada y daría excelentes
frutos. El año siguiente, 1951, lo
vio a Fangio ganador del primero de sus cinco títulos, con el
Alfa
Romeo 159, donde la jugada decisiva se desarrolló en el catalán
circuito de Pedralbes a la vista de la
imponente ciudad de Barcelona y que culminó con un notable triunfo
del "chueco" tras una jugada sensacional de estrategia por parte de los
ingenieros de Alfa Romeo sobre las Ferrari más rápidas y
menos gastadoras de combustible.
En
1952 sufrió el mayor accidente de su carrera, en Monza,
cuando se rompió su cuello y tuvo que resignar el resto de la temporada.
Él había prometido correr en Monza al otro día de
haber corrido en Belfast pero al perder
las conexiones del transporte se encontró manejando solo toda la
noche desde París para llegar al circuito media hora previa a la
largada de la carrera. Jocosamente diría tiempo después:
"a las dos estaba en Monza, a las dos y media en la grilla de salida y
a las tres en el hospital". Partiendo desde atrás de la grilla cometió
un error en un cambio y el Maserati que
iba manejando pegó en los fardos de contención y entró
en una gran derrape. Sus reflejos notablemente disminuidos por el cansancio
acumulado le impidieron recobrar el mando del automóvil antes de
que pegara en un terraplén de tierra dando un salto mortal en el
aire. Fangio fue despedido y pasaría las próximas horas muy
cerca de la muerte. Al año siguiente, 1953,
él volvió al cockpit de un Maserati
y terminó la temporada en segundo lugar.
Fangio siempre fue muy político
con sus mecánicos para atraer su lealtad. Durante la práctica
para el Gran Prix italiano él se quejó de una vibración
severa y los mecánicos le aseguraron que durante la noche corregirían
la falla y fue así que el día de la carrera el problema había
desaparecido completamente, en tanto su compañero Bonetto al bajarse
del auto decía que con la vibración que soportó durante
la carrera era una suerte poder conservar los dientes en su lugar. Enseguida
Fangio comprendió que ¡los mecánicos habían
cambiado el número a los automóviles en el medio de la noche!
y le habían dado el de Fangio que vibraba a su compañero
de equipo Bonetto. Se echó a reír y le dijo "non era la
tua máchina; era la mia". Juan Manuel siempre compartió
muchas cosas con
"sus" amigos mecánicos: los premios, las
palmas, muchos momentos de las veladas reacondicionando los motores y,
fundamentalmente, nada de aparecer únicamente en las horas de gloria.
En
1954
se cambió al equipo Mercedes, la
que lo autorizó a correr mientras sus autos no estuvieran listos,
para Maserati y fue entonces la hora de
su segundo Campeonato Mundial. Fangio corrió doce Gran Prix para
la marca, ganando ocho. Esto marcó el inicio de una serie de cuatro
títulos seguidos. En 1955 campeona
nuevamente con Mercedes teniendo como compañero
de equipo al inglés Stirling Moss formando ambos una dupla sensacional,
Él le dio a Fangio el apodo de "Maestro" que tuvo todo el acento
de la admiración, a tal punto de reconocer haber aprendido más
de conducción de automóviles siguiendo sus huellas, que toda
la experiencia propia acumulada hasta entonces.
Arrancó la temporada
de 1956 y Fangio estaba ligado a Ferrari
con la que conseguirá su cuarto título. Contrariamente a
lo que podría pensarse, Enzo Ferrari no apreciaba demasiado a Juan
Manuel, probablemente porque éste lo había ya ganado casi
todo a expensas de los pilotos Ferrari y era algo que el Comendatore, un
enamorado de odios a perpetuidad, no le perdonaría nunca. Insinuaba
una reverencia ante Fangio porque terminaba campeón con la marca,
pero no dejaba de acentuar que para volver a ser campeón debería
volver a correr con Ferrari, sin imaginar siquiera que el año siguiente
con una
Maserati le iba a ocasionar una
estruendosa derrota justamente contra los mejores pilotos de su equipo,
Hawrthorn y Collins.
En
1957
logró su quinta corona mundial ganando una de sus carreras más
memorables: el famoso Gran Prix alemán.
Fangio amaba y respetaba el circuito de Nurburgring y tripulando un liviano
Maserati
250F tras un problema en el reabastecimiento, tuvo que venir corriendo
de atrás y faltando una vuelta logró pasar los dos Ferraris
oficiales ante el asombro del público y sus rivales por su virtuosismo.
Mike Hawrthorn uno de sus vencidos siempre recordó el sobrepaso
"Si
no me hubiera corrido a un costado estoy seguro que el viejo diablo me
hubiera pasado por encima" Esto le vale con el correr del tiempo, en
febrero de 1958, el premio anual de la Academia Francesa de Deportes por
ser el autor de la más sobresaliente hazaña deportiva del
mundo.
En 1958,
en lo que sería su última carrera, el Gran
Prix francés terminó cuarto y jubilado. Su Maserati
250F no era competitivo ese día y el líder de la carrera,
Mike Hawthorn, como una señal de respeto para el gran hombre conocido
por sus pares como "el maestro" se negó a sobrepasarlo lo
que le permitió a Fangio cruzar la línea delante de él
sin perder la vuelta. Saliendo del automóvil después de la
carrera pidió que lo llevaran al hospital adonde había sido
trasladado su amigo Luigi Musso tras un terrible accidente con su Ferrari.
Al llegar al hospital, un médico comprensivo tras ponerle una mano
en el hombro le dijo: "Musso murió, Fangio". Pidió
verlo y sin hablar le dijo adiós. Y también él se
aleja de las carreras para siempre.
Fangio falleció a
la edad de 84 años el 17 de Julio de 1995 rodeado del afecto de
los suyos y de un país que siempre lo idolatró. Su registro
de ganador contra los GP iniciados, probablemente nunca podrá ser
igualado.
UTaC
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