En la mira
Fangio
se fue y la pista quedó vacía
Por Alfredo Parga
Especial para La
Nación Deportiva
Un estadista escrupuloso
debió anotar, con cierto aire de nostalgia, que el lunes se cumplieron
40 años -6 de julio de 1958- de la excepcional decisión:
Juan Manuel Fangio resolvía retirarse del automovilismo deportivo,
simplemente porque ya no tenía nada más por conquistar. Cuando
triunfaba Mike Hawthorn, que no quería sacarle una vuelta "por respeto"
y Luigi Musso perdía la vida en el despiste de Muizon. El lo clausuraba
todo en Reims.
Al fin y al cabo, en la alforja
del balcarceño se acumulaban cinco títulos mundiales conseguidos
mediante el éxito de 24 Grand Prix en la categoría que después
se transformaría en el campeonato mundial de conductores. La que
encontraría su partida de nacimiento en el chato aeródromo
de Silverstone, transformado en improvisada pista de carreras desde un
mayo fundamental de 1950. Es que la vieja Inglaterra todavía estaba
curando las heridas de una guerra que la había desangrado. Y otra
cosa, no había...
* * *
A su turno, un enamorado
de la semántica indagará permanentemente en aquellos tiempos
casi románticos estipulando que los grandes pilotos habían
dejado de competir tocados con mamelucos de seda. Que de toda la nobleza
que corría hasta promediar el siglo, únicamente continuaban
porfiados dos tozudos representantes: el barón de Graffenried y
el príncipe Bira. Casi la única réplica de un exotismo
que les permitía asegurar a los viejos críticos que el automovilismo
deportivo todavía era de elite. Como si tuviera que ser profesado
únicamente por gente con sangre azul.
En ese gran mundo, un paisano
de Balcarce que había llegado desde un lejano país demostraba
que en la universidad del fastidioso barro de caminos con pantanos, se
había diplomado con la más alta calificación. La base
de la astucia que le permitiría ser el mejor porque trataba de serlo,
sin sentirse tal cosa.
Un nostálgico indefectiblemente
recordará que Fangio siempre tenía algo más que todos
los otros. Que a favor de su conocimiento de mecánico cuando muchacho,
antes de ser forzado chofer buscador de camiones que tuvieran cubiertas
en buenas condiciones para protegerse de un racionamiento tan estricto
como necesario, sacaba partido de ese conocimiento sin fin para exigir
a los autos, sin dañarlos. Equivocándose muy poco, sin reiterar
el error porque sabía mirar más lejos que los demás.
Y así, todos. Los
que desde entonces hasta aquí se sentaron en un coche de carrera
saben que no hubo mejor. Los que entendieron el deporte, cuando el automovilismo
era una competición noble, no ignoran que fue el adversario más
franco que podían encontrar sus pares. Los de su tiempo y los que
llegaban después. A todos únicamente les inspiraba respeto.
Desde aquellos forzudos de Farina, Ascari y Froilán González
hasta los de la mano de seda por nuevas pistas de un tiempo como Ayrton
Senna quien, sin verguenza, le pedía consejo porque sabía
que la palabra de JuanManuel estaba hecha de modestia y equilibrio. Todos.
Todos lo recuerdan. Lo admiran.
Lo conservan. Es la manera de atender, con la mayor altura, al más
grande de todos, que desde el último lunes dejaba de correr hace
40 años. Y desde entonces, la pista está vacía...
Por Alfredo Parga
Especial para La
Nacion deportiva. 09/07/1998 |