Nota:La
dignidad cumple 50 años
Diario:La
Nacion, sección Deportes
Fecha
de publicación: 21/10/1998
Autor:Alfredo
Parga
La Buenos Aires-Caracas
La dignidad cumple
50 años
Por
Alfredo Parga
Fueron
catorce días inolvidables de una carrera que se recordará
por siempre.
Ni
la París-Madrid de la sangre desordenada por caminos atormentados
de la primera velocidad, ni la París-Pekin de la fantasía
(piedras macizas del automovilismo mundial para elaborar la anécdota
histórica) pueden igualar a "la Caracas".
Porque
la París-Madrid, a favor de la sorpresa por la aparición
del automóvil por el mundo, se estructuraba con la improvisación
de una elite que sabía que ese automóvil conquistaría
el mundo. Porque la París-Pekín no dejaba de ser un sueño
almibarado de clases sociales que en una madrugada desvelada junto al Sena
habían pensado que ésta podía ser una formidable excusa
para que los hombres olvidaran el momento, sus odios. Y se equivocaban
haciendo una carrera que, en cambio, agregaba polémicas al desencuentro.
"La
Caracas", en cambio, fue una epopeya monumental que permanece intacta en
la memoria de los pueblos por los que anduvo hace medio siglo. Y desde
entonces, el polvo que levantaron las 138 máquinas que se echaban
al camino aparece renovado para hacerle marco a un recuerdo que no se ha
vuelto amarillo. Aun con la carga de medio siglo encima.
Es
que "la Caracas" -la primera parte del Gran Premio de la América
del Sur-, como transgresora de la memoria, desde el primer tiempo colocó
en un cono de sombra su propio regreso, haciendo que la Lima-Buenos Aires
de la revancha (para muchos), quedara casi en penumbras. Con cinco episodios
refulgentes como joyas de luces opacas. Como si "la Caracas" corriera sin
fin, desde el Sur y para siempre...
Fue
una controvertida convocatoria que iluminó el entusiasmo de la gente
durante 90 días de febriles preparativos. Y que desde el 20 de octubre
se prolongó hasta el 8 de noviembre, combinando 14 días contra
el reloj, por el camino y otros seis, contra el mismo reloj, en los talleres,
para inaugurar una ruta por la que nunca podría volver a caminar
otra cosa más que una memoria que sólo quiere nombrar.
"La
Caracas" le mostró al continente su realidad. Le contó que
sus caminos eran primitivos. Que los recursos de la técnica todavía
se ocultaban entre las brumas del conocimiento nuevo. Y de aquellos días
se recuerda un periodismo pedagógico procurando enseñar la
forma y manera de preparar los autos para correr. Y en forma ejemplar creaba
un banco envuelto en papel de diario viajando en avión, una etapa
tras otra, llevando el dinero de los que corrían...
Pero
exigía un costoso peaje. Tres espectadores imprudentes perdían
la vida. Y caían algunos de sus protagonistas. Camargo siempre será
una palabra maldita para Chacabuco, porque en un precipicio sin fin quedarían
sus hijos Elguea y Román. En el suelo peruano de Chicama, cuando
el día no se decidía a nacer, se tumbaba el Chevrolet rojo
de Fangio. Y, paradójicamente, en el mismo momento en que se desplomaba
la figura de un mecánico noble -Daniel Urrutia- se erguía
en símbolo de la caballerosidad deportiva. La de Eusebio Marcilla
que nunca disimularía ni su orientación política ni
su condición de hombre de bien en la doble y sacrificada demanda.
"La
Caracas" vendría a ser, en su remate, el calvario del Ford número
3, el de Oscar Gálvez, al que no le alcanzaría la victoria
en 7 de los 14 episodios porque al ayudar a su hermano Juan, dañaba
el diferencial propio. Y "el coche frío" que entraba en Caracas
no podía ganar con ayuda ajena. Porque la carrera -de ida- terminaba
en Caracas y Oscar se había quedado sin auto en Los Guayos, a más
de 300 kilómetros de la última bandera. (En el regreso desde
Lima, perdería la vida Héctor Suppici Sedes, como si el dolor
debiera seguir. Como siguen las mareas. Y las nuevas lunas. Y la vida.)
Con
"la Caracas", muchos de nosotros aprendimos historia, geografía,
el valor de la distancia, las costumbres de otros pueblos... Fundamentalmente,
"la Caracas" fue una formidable lección de vida, hecha por hombres
inquebrantables a bordo de automóviles indestructibles, en una entrega
total.
Puede
ser por eso -y por mucho más- que "la Caracas" haya derrotado al
tiempo. (Entre ese mucho más, debe de estar alojada en un oscuro
rincón, humilde, casi aterida, la dignidad.)
Por
Alfredo Parga Especial para La Nación
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