Pase
usted, ¡caballero!
El
16 de Julio de 1955, se corre el 8vo Grand Prix de Inglaterra.
Fangio
por primera vez correrá en el circuito de Aintree. Un circuito realizado
sobre un viejo campo hípico en las afueras de la ciudad inglesa
de Liverpool. Era un circuito mixto, de media velocidad y con algunas curvas
cerradas. Por tal motivo, y por una unanimidad, se decide utilizar los
Mercedes sin carenado.
En
la clasificación el más rápido en recorrer los 4828
metros del circuito fue el local Stirling Moss, que lo hizo en un tiempo
de 2' 00.4” seguido por Fangio en apenas 2 décimas de segundo. Entre
los Mercedes se colaría un Jean Behra espectacular con Maserati
250F oficial. Luego Kling, Taruffi y el resto.
El
último piloto que participaba de la grilla de partida era el australiano
Jack Brabham en su primer carrera. Algunos años mas tarde este piloto
se convertiría en el segundo tri-campeón de la historia y
en el primer piloto en ganar un campeonato con su propio automóvil.
En
un día atípico para las carreras de Formula 1 –sábado-
se da el banderazo de largada.
Desde
el vamos, fue una lucha cerrada entre Fangio y Moss. Durante las primeras
30 vueltas, se fueron turnando el puesto de vanguardia mutuamente. Luego
Moss tomaría la delantera, pero siempre sería escoltado por
el Argentino hasta la bandera a cuadros.
Como
"plagio" de la clasificación, Fangio cruza la bandera a cuadros
a tan solo dos décimas de segundo de su compañero.
Stirling
Moss, recuerda de aquella carrera:
Yo
apenas comenzaba a figurar como competidor de clase mundial, y estaba corriendo
ante mi público, en Aintree. Nunca deseé tanto el triunfo
como en esa ocasión. Luego de 90 agotadoras vueltas, llegué
a la meta como ganador... sólo dos décimas de segundo antes
que Fangio. Pero ¿en verdad gané? Repasé esa carrera
muchas veces en mi mente. A lo largo de 90 vueltas, hubiera sido posible
que él me cediera algo de ventaja. Con todo, tratándose de
Fangio, hubiera procurado que pareciera una carrera reñidísima.
Años
después de que los dos dejamos de competir, le pregunté si
me había regalado la victoria. Él me dijo en tono rotundo:
-No,
no, Stirling. Tú ganaste.
Jamás
lo sabré a ciencia cierta. Pero el favor, si en verdad me lo hizo,
fue un acto propio de un genuino campeón... y de un gran ser humano.