El
Secuestro de Fangio
Por Félix
Luis Vieyra, periodista cubano.
Revista MD, Abril 1997
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Afiche
pelicula Version argentina
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Aquella noche del 23 de febrero
de 1957, el gran corredor de automóviles argentino, Juan Manuel
Fangio, estaba lejos de imaginar que su visita a Cuba daría un vuelco
de lo deportivo a lo político. Esta es la crónica de un golpe
maestro a la dictadura de Fulgencio Batista.
Vivían los cubanos
tiempos de definición. La isla entera, pero La Habana más
que el resto, era un hervidero conspirativo y a la vez campo para las más
ácidas controversias. Había tomado fuerza un movimiento insurreccional
que mediante grupos de acción y sabotaje diezmaba la tiranía
de Fulgencio Batista, tanto en las montañas del oriente del país
como en las ciudades. La represión policial aumentaba a tal punto
que la atmósfera citadina resultaba prácticamente irrespirable.
La muerte y la tortura por parte de las fuerzas gubernamentales se multiplicaban
como nunca antes en la historia de la isla.
Cansados de la demagogia
tradicional, una gran mayoría de cubanos apoyaba el Movimiento 26
de julio (M-26-7), cuyo modelo fundamental procedía de los jóvenes
que cinco años atrás -justamente un 26 de julio- habían
asaltado el cuartel Moncada en la oriental ciudad de Santiago de Cuba.
Por idea propia del dictador
Batista habían sido organizadas unas carreras de automóviles
para el 24 de febrero; se trataba de conmemorar el Grito de Baire y
recordar la independencia de Cuba en 1895.
El propósito primordial
consistía en proyectar una imagen de tranquilidad en el país
y extenderla hacia la opinión pública internacional. La atracción
principal sería el gran piloto argentino Juan Manuel Fangio, quien
gozaba de suma popularidad en muchas latitudes.
Habría que añadir
que Juan Manuel era figura renombrada en Cuba que, por ejemplo, entre los
niños aquel que se destacase corriendo (así fuera en el béisbol,
deporte nacional) era llamado "Fangio". Lo mismo ocurría cuando
alguien -niño o adulto- desplegaba una velocidad impresionante frente
a cualquier contingencia. O solía expresarse "éste se cree
Fangio" cuando un conductor pasa guiando su carro a más velocidad
de la debida.
De modo que el tirano Batista
y su séquito habían tomado sus precauciones y se aseguraban
un show que, al menos, daría una sensación de seguridad y
tranquilidad, la idea de que "aquí no está pasando nada";
al mismo tiempo, la población podría convertirse en anfitriona
de uno de sus personajes admirados.
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Afiche
pelicula Version española
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A las 8:45 de la noche del
23 de febrero de 1957, Juan Manuel Fangio y sus acompañantes transitaban
lentamente por el vestíbulo del hotel Lincoln, donde se hallaban
hospedados. Observaría Fangio los maceteros adornados con palmitas
de areca, el ruidoso ir y venir de los isleños a través de
vestíbulo. Aún era invierno, una noche más bien calurosa
que lo haría buscar puntos de comparación con los diversos
climas por él conocidos. Ni remotamente podía imaginarse
que cinco minutos más tarde participaría, imprevistamente,
en una de las experiencias más singulares de su vida.
Ignorante se hallaba el
famoso piloto de que su presencia, así como las actividades que
llevaría a cabo y todos los movimientos que realizara, eran seguidos
por los miembros M-26-7, que en la capital se hallaban bajo las órdenes
de Faustino Pérez, destacado combatiente que luego del triunfo revolucionario
ocuparía importantes cargos, entre ellos el de presidente de la
Asamblea Nacional.
Los combatientes habían
elaborado diversos planes que posteriormente desecharían. La figura
de Fangio era también muy querida por ellos y el propósito
era revertir los objetivos de la dictadura batistiana: lograr que la visita
del argentino trajese frutos para el movimiento revolucionario en lugar
de rendir dividendos al oprobioso gobierno que la había ideado.
De este modo, en el ánimo
de los futuros secuestradores no está el que el corredor sufriera daños
físicos ni psíquicos. Así rechazaron, entre otras
posibilidades, abordarlo a la salida de un programa de televisión
y luego en un cóctel en Hotel Nacional. También pasadas varias
reuniones, apartaron la idea de ejecutar el secuestro cuando Fangio, en
la madrugada, practicaba el recorrido en su auto a lo largo del malecón
habanero.
Los comandos en acción
A las 8:50 de aquella noche
de febrero de 1958 Fangio se vió encañonado de súbito
por una pistola. De primer golpe, tanto él como sus acompañantes
pensaron que se trataba de una broma. Por más que los tres miembros
del M-26-7 encargados de la operación trataron de pasar inadvertidos,
se creó un leve murmullo entre los presentes. Finalmente el corredor
y sus acompañantes quedaron pasmados y, aun cuando Fangio pareció
indeciso, posteriormente se sometió pacíficamente para seguir
a sus captores, quienes se unirían con él al resto del comando
que aguardaba afuera.
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Caricatura publicada en el periodico colombiano El Tiempo el 26-02-1958 -Fidel Castro: Espero que mi servicio lo haya dejado satisfecho... Colección Jorge Salgado Uribe
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Alejándose del centro
La Habana pensaría el piloto argentino cual era el propósito
de aquellos hombres que lo trasladaban en auto por la avenida del Malecón,
por él tan conocida. Adentrábase el automóvil en el
oeste -escoltado por delante y por detrás por otros que participaban
de la operación- y el diálogo sería consolador de
parte de los secuestradores. Sin embargo, ¡Cómo sería
posible instarlo a la calma, a la ecuanimidad en tales circunstancias?
Lo cierto era que solamente había viajado a Cuba para ejercer lo
que sabía: jugarse la vida conduciendo un coche de carrera. De ningún
modo se trataba de arriesgarla en un enfrentamiento con sus desconocidos
acompañantes, o mediante la contingencia con una de aquellas patrullas
policiales que, cautelosas o raudas, veía cruzarse en el camino.
Por otra parte, ¿quiénes
eran aquellos hombres que lo llevaban? ¿Cómo podría
estar seguro de que no eran una partida de facinerosos y sí -según
ellos mismos iban predicando- una organización revolucionarias guiada
por los más nobles propósitos? Pero, en fin, ¿era
el secuestro un método que podía conceder fiabilidad a un
grupo alguno, por muy altruista que éste afirmase ser? Lo real era
que lo habían privado de su finalidad por una vía tan alejada
de la persuasión como sin duda lo es una pistola apuntando al pecho.
El campeón fue conducido
al primer escondite planeado: un departamento en El Vedado, barrio
residencial que corre junto al litoral habaneros, cuyas edificaciones en
su mayoría constituían las viviendas de la clase media alta
de la ciudad. Allí, brevemente, Faustino Pérez le ofrecía
disculpas y, con la delicadeza que le caracterizaba, le explicaría
por que Cuba no es estaba "para fiestas".
Al día siguiente,
en la calle Norte, número 42, en el Nuevo Vedado -zona aún
más suntuosa y segundo refugio escogido por el M-26-7, Fangio departiría
amablemente con sus captores, luego de haber consumido ya las horas más
tensas.
La cara de la revolución
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Primeras declaraciónes de Fangio tras la liberación. Foto:
Revista Todo es Historia.
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Frente a frente se hallaban:
un hombre de 47 años, que había alcanzado la fama gracias
a una voluntad a toda aprueba, más una pericia innata para conducir
coches de alta velocidad, y un par de jóvenes revolucionarios. El
uno, Faustino Pérez, casi lánguido en su expresión,
poseedor de aquella delicadeza ya mencionada, ser que en todo momento unía
en sí la rara simbiosis de la modestia y la capacidad persuasiva
por encima de cualquier rasgo autoritario; el otro, Marcelo Salado, fornido,
campeón de caza submarina, joven que irradiaba vitalidad, entereza.
Acompañado por unos
y otros revolucionarios, Faustino y Marcelo le detallarían con toda
sinceridad a Fangio en que consistía el plan de su secuestro y cuales
eran sus objetivos. Así se enteraría el argentino de importantes
detalles y quedaría consciente de la seriedad con que se había
reflexionado todo, amén de la notable cantidad de militantes de
M-26-7 que se hallaban en acción, cumpliendo sus misiones en una
y otra zona de la capital cubana. Había sido desplegado un máximo
dispositivo encaminado no solo al secuestro en sí, sino también
a garantizar la integridad física del piloto.
Durante toda una jornada
de pláticas, Juan Manuel Fangio se convencería de que, al
menos, se hallaba en buenas manos. Aquellos jóvenes llenos de sueños
-que habían utilizado una manera poco plausible en éste caso-
podrían o no tener razón, pero indudablemente estaban guiados
por sentimientos transparentes, por razones históricas muy concretas
y, resultasen o no vencedores en el futuro, predicaban una lucha desinteresada,
únicamente a favor del bien de su patria.
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Fidel
Castro invitó a Juan Manuel Fangio a retornar a La Habana en 1981.
En la foto departiendo con sus antiguos secuestradores. de 1958 Revista
Domingo
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Uno de los aspectos del
plan consistía en que Fangio, durante su permanencia con los revolucionarios,
ofreciese una conferencia de prensa. Para llevar a vías de hecho
ésta propuesta había sido encargado quien hoy en día
es el novelista cubano de más sólida obra: Lisandro Otero,
entonces joven intelectual y militante revolucionario.
Lisandro contactaría
con Carlos Castañeda, periodista de la revista Bohemia, quien gozaba
de excelentes relaciones con reporteros estadounidenses y muy espacialmente
con Jay Tallin, enviado en Cuba del consorcio Time Life. Estos se encargaron
de citar a la United Press y a la Asociated Press en el domicilio
de Castañeda.
Sin embargo, esta parte
del plan no se haría realidad. Lisandro Otero recibiría la
orden de que fuese cancelada debido a un triste acontecimiento de última
hora. Resultó que uno de los autos de carrera se había salido
de la vía proyectándose contra la multitud, lo cual ocasionó
seis muertos y treinta heridos. Inmediatamente se intensificó el
patrullaje policial en busca de Fangio y podría ocurrir que los
agentes de la dictadura, a causa de la impotencia, aumentaran la indiscriminada
crueldad que prodigaban a la población en los últimos tiempos.
De esta manera se iniciaron
las diligencias para la devolución del argentino. En ellas participarían
e conocido periodista cubano Carlos Lechuga y el embajador de Argentina.
Este recibiría a su famoso compatriota, de manos de los revolucionarios,
al mediodía del 25 de febrero en un departamento de la calle 12, entre
Tercera y Malecón, en El Vedado, lugar seleccionado previamente
por el diplomático argentino para tan delicada operación.
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