Extracto del libro
"Speed
was my life"
por Alfred Neubauer
Director
del equipo Mercedes de competición entre los años 30 y 50.
Nuestra siguiente cita estaba
programada para el Gran Premio de Europa 1954 en el Nurburgring. Los nuevos
monoplazas, con las ruedas delanteras descubiertas, no estuvieron listos
hasta la víspera de la carrera. Apenas quedaron unas horas para
entrenar con ellos.
Es en casos de urgencia
de esta naturaleza cuando Fangio muestra su verdadero genio. En tres horas
consiguió familiarizarse suficientemente con el nuevo modelo como
para conseguir un fabuloso récord de vuelta y atribuirse así
el mejor lugar en la salida.
Karl Kling intentó
hacerlo mejor pero ni siquiera tuvo fortuna. En la primera vuelta perdió
una rueda y prosiguió pero un negro rastro de aceite, lo que significó
al final que debería salir en la última línea. En
otros términos, parecía haber perdido la carrera antes de
haberse dado la salida.
Otro piloto que deseaba a
toda costa destacar era Marimón, un argentino camarada de Fangio.
Cuando salió tras su Maserati roja, Fangio estaba a alguna distancia
tras él. Vio a Marimón hundirse en la neblina a una velocidad
extrema cuando lo perdió de vista. Segundos más tarde distinguió
una larga brecha abierta en la vegetación y cómo salían
llamas de detrás de los matorrales.
"Marimón ha tenido
un accidente con su Maserati" anunciaron enseguida los altavoces. Después,
un momento más tarde, "El piloto ha muerto".
Fangio llegó al Stand,
saltó del habitáculo y corrió hacia nosotros dominado
por el ansia. Su cara estaba completamente pálida. Enseguida llegó
González, fue a su encuentro y los dos hombres, héroes de
tantos duelos sobre la pista, se pusieron a llorar como niños.
- No puedo correr - dijo
Fangio con voz entrecortada- He terminado.
Yo no dije nada. Lo único
que podía hacer era darle tiempo para reponerse del choque. Cuando
finalmente le hablé insistiendole en la necesidad de que corriera,
me daba cuenta del cinismo con que yo debía aparecer a los ojos
de los profanos; pero no hay lugar para los sentimientos en las carreras
de coches.
Al dia siguiente la manera
de conducir de Fangio hizo que 350.000 personas se levantaran de sus asientos.
Desde el mismo instante en que tomó la cabeza en la primera vuelta
fue dejando descolgados al resto de los participantes a excepción
de Karl Kling. Aunque éste había tenido que salir desde la
última linea, en dos vueltas había remontado hasta la octava
plaza. En la siguiente vuelta ya era cuarto y poco después ya pasó
por meta en segunda posición por delante de nuestro tercer hombre
Herman Lang, que conducía tan bien como en los viejos tiempos; solo
que Kling estaba verdaderamente fenomenal.
Poco después, noté
que al paso por meta faltaba Lang. Miré mi cronómetro: demasiado
retardo. Miré fijamente frente a mí a su mujer que estaba
sentada, pálida y tendue, mirando también su cronómetro.
Pasaron algunos minutos. Yo empezaba a sudar cuando anunciaron:
"Herman Lang ha salido de
pista. El coche está muy dañado pero el piloto resultó
indemne"
Lancé un suspiro de
alivio. En los Stands Mme. Fangio y Mme. Kling abrazaban a Lydia Lang y
reian también aliviadas.
Entonces pasó Fangio
con 7 segundos de ventaja sobre Kling. El siguiente auto estaba ya dos
minutos por detrás así que todo hacía suponer que
teníamos todas las opciones para un nuevo doblete siempre que Kling
no se comportara como de costumbre intentando batir a Fangio.
Pero luego el coche de Kling
apareció en cabeza. Algo sorprendente porque era absolutamente contrario
a nuestro reglamento, según el cual el primer miembro del equipo
que ganaba un minuto de ventaja sobre el resto del pelotón no debía
ser atacado. Para hacer más grave la falta de Kling, lo había
cometido contra el que nosotros llamábamos, "el capo", o dicho de
otra manera, sobre el número 1 de nuestro equipo.
Saqué la pancarta
con la "L" que significaba "ralentizar" pero Kling no le prestó
la más minima atención y Fangio, claro, decidió retornar
al ataque. Solo cabía suponer que Kling se había vuelto loco
y estaba determinado a ganar a toda costa.
Yo andaba echando pestes,
aunque no era el único. Los directores de la fábrica estaban
fuera de sí. Iban poniéndose rabiosos sentados allí
mientras veían como nuestros dos pilotos se disponían
prácticamente a perder la carrera enfrascándose en un duelo
privado.
En la vuelta 16 Kling bate
el record de la pista: 9' 55''1 a una velocidad espectacular de 86 millas
por hora. Tenía ahora una ventaja sobre el primer Ferrari de 4 minutos
netos.
El doctor Nallinger, incapaz
de controlarse más tiempo, cogia la señal "L" y la agitaba
furiosamente. Kling hizo una pequeña señal señalando
la trasera de su coche y continuó forzando la marcha. Yo puedo asegurar
que no tenía la menor idea de lo que pasaba.
Fangio apareció de
nuevo en cabeza en la vuelta 17 e instantes después Kling entraba
en el stand a duras penas. Uno de los soportes de su eje trasero estaba
roto.
- ¡Esto es lo que pasa
cuando se conduce como un chiflado! -le grité- ¿por qué
has ignorado mi señal y has adelantado a Fangio? ¡sabes perfectamente
que es contrario al reglamento!
- Lo sé -me respondió
con la voz afectada por el esfuerzo- No quería pelear con él
pero hay algo que no va bien en la alimentación de gasolina y quería
ganar tiempo para hacer un repostaje pleno.
Empezé a sentirme
mejor aunque no dejé mi cólera.
- ¿Y te parece que
podemos leer en tus pensamientos? ¿Crees que Fangio se lo va a creer?
No tuvimos tiempo de proseguir
las explicaciones. El coche volvía a estar listo para salir. Cuando
el motor de Kling comenzó a rugir, me percaté de un pequeño
gentío, oficiales, periodistas y curiosos, que se agolpaban alrededor
y bloqueaban su camino. Era demasiado para mí. Agarré una
de las banderas y blandiendola en el aire como la espada Excalibur, los
cazaba como hojas en el viento.
Kling había vuelto
a pista. Escuché los aplausos del público divertido por mi
arranque, aunque yo no estaba nada contento viendo como Kling perdía
terreno.
Necesitó sacar todo de si mismo para poder terminar cuarto. Fangio
ganó, aunque no pudo saborear plenamente su triunfo. La trágica
muerte de su amigo Marimón estaba presente siempre en su corazón.
El ambiente no era muy propicio
para Kling. el Doctor Nallinger seguía furioso:
- Kling no debe continuar
pilotando para nosotros - dijo-. Un piloto que no respeta la disciplina
de equipo y que fuerza hasta el punto de demoler su coche no tiene utilidad
para nosotros.
Felizmente las cóleras
se calmaron y el incidente fue perdonado e incluso olvidado. Kling hasta
consiguió realizar su más grande ambición entrando
por delante de Fangio en Berlín, en el Avus, por cuatro décimas
de segundo. Era poca cosa pero significaba no solo una prima de 10.000
marcos, sino el sentimiento de una meta personal por fin lograda. |