¿Cuál
y dónde el primero sin caballos?
Hace
falta una investigación más amplia para determinar cuándo
llegó al país el primer automóvil, y de qué
marca y modelo era. La primera carrera de velocidad en cambio queda clara
por los testimonios que llegaron hasta nuestros días: fue ganador
Juan Cassoulet con un Rochester en el Hipódromo Nacional de Nuñez.
Ahora tenemos incluso la réplica de aquél auto móvil
a vapor.
Por Federico B. Kirbus
|
Cassoulet en la primera
carrera disputada en el Hipódromo de Belgrano
|
Con motivo del centenario
del vuelo de los hermanos Wright, me encargaron una Historia de la Aviación
Argentina.
Cuando con mis colaboradores
nos reunimos para discutir cómo encarar la obra, surgió desde
un comienzo la pregunta: ¿Qué es volar?
¿Fueron los hermanos
Montgolfière, que se elevaron exitosamente y quedaron a merced del
combustible para calentar el aire, y de los vientos? ¿Fue Lilienthal,
el alemán que estudió la aerodinámica de las aves
y las trató de imitar con sus planeos? ¿Fueron algunos otros
pioneros, que antes que los Wright realizaron pequeños saltos con
máquinas a hélice?
La cuestión del primer
automóvil argentino se presenta, desde hace décadas, de manera
análoga. Toda vez que algún cronista local pretende profundizar
en el tema, se presentan incertidumbres, lagunas y diferencias de criterio.
En el pasado fueron el gran
Alberto Salotto, don Pedro Fiore y Ricardo Lorenzo “Borocotó” quienes
con más seriedad y detenimiento se encargaron de hurgar en la historia
del automovilismo argentino. Me sumé a este proceso cuando en 1960
reconstruí para un número especial de El Gráfico la
historia del Gran Premio.
La principal dificultad para
establecer cuál fue el primer auto móvil en plaza,
lo mismo que la primera carrera y sus participantes, obedece a varias razones.
Una es que al comienzo los automóviles llegaban de sus países
de origen importados por sus compradores, por lo que en muchos casos no
quedaron registros fidedignos en la Aduana. En cuanto a las competencias,
su realización y los resultados figuraban sea en secciones tales
como Sociales, o Sports, o Turf como entretenimientos de los representantes
de la high society.
Es así como deben
descartarse de todo racconto los casos de los tempranos triciclos a petróleo
de los que efectivamente hubo varios entre nosotros y que participaron
de algunas carreras con apenas un puñado de competidores.
Cuando en 1960 elaboré
un número especial para El Gráfico con la historia del Gran
Premio, hube de hurgar en diversos archivos, aún accesibles o existentes
entonces, y repasar colecciones voluminosas de diarios y revistas especializadas
como lo fueron La Prensa, La Nación, La Argentina, El País
y La Capital, lo mismo que los periódicos especializados La Argentina
Automóvil y Automóvil y Sports.
De esta vasta compilación
rescato por de pronto para la presente crónica los siguientes hitos,
en cuanto a competencias:
-
1899, junio 4: Como broche
de oro de una reunión ciclista en el Velódromo de Palermo(luego
KDT) efectúase una confrontación sobre 5000 metros entre
dos triciclos a petróleo. Vence Pancho Radé con Peugeot delante
de (...) Pereda. Ésta puede considerarse la primera competencia
de vehículos mecánicos disputada en el país.
-
1899: Se programó,
pero finalmente no se disputó, una carrera para automóviles
en Belgrano (se supone que en el desaparecido Hipódromo Nacional).
-
1900: “Circulan nueve
automóviles en el país” (¿no serían más?)
-
1901: Se disputa la primera
en pista. Aquí se produce la primera confusión por arrastre
y repetición de errores. Este evento a beneficio de las Damas de
Caridad tuvo varias idas, venidas y postergaciones por lo que allí
mismo se originaron las desinteligencias iniciales. Desde el vamos
programada para el jueves (¿por qué un jueves?) 7 de noviembre,
se postergó primero para el sábado 9 y se efectuó
finalmente el sábado 16. Digresión: Cuando en 1966 el vespertino
La Razón recopiló en el fascículo Historia Viva los
primeros 150 años del país, el compilador cometió
un yerro cuando encasilló esta carrera efectuada en 1901, en el
capítulo correspondiente al año 1904 (tal vez se confundió
leyendo un 4 en vez de un 1; algún historiador que
probablemente no tuvo a mano documentación fidedigna transcribió
el error, y éste a su vez se continuó difundiendo. Pero lo
cierto es que lo que en Historia Viva aparece como acaecido en 1904, realmente
sucedió en 1901, según comprobé personalmente consultando
las colecciones de los diarios de la época). Sin entrar en detalles,
la prueba principal, a persecución, entre el Rochester a vapor de
Juan Cassoulet, oriundo de Azul, y Torcuato de Alvear, con Locomobile,
también vaporero, fue ganada por aquél a un promedio, notable
para las circunstancias, de 73 km/h. Otros participantes de las competencias
del día fueron los señores Salgado, Alcorta y Anchorena.La
cigarrera de plata junto a una fosforera adquirida en Casa Escasany y ganada
por Cassoulet, obró durante varios años en poder del autor
de estas líneas y le fue entregada en momento oportuno a Juan Manuel
Fangio para su Museo del Automóvil, donde se exhibe con letrero
pequeño como premio de la primera carrera de automóviles
disputada en el país.
-
1905: No se disputaron
más competencias de velocidad hasta ese año, en que se realiza
en la Sociedad Sportiva (actual Campo Argentino de Polo) una reunión
de pruebas de habilidad, ya con la colaboración del recientemente
creado Automóvil Club Argentino.
-
1906: Se efectúa
“la primera en ruta” por el Camino del Touring, entre la Recoleta y el
Tigra Hotel. También ésta con discusiones porque habiéndose
primero previsto dos tiradas, de ida y de vuelta, solo se computó
la primera con Miguel A. Martín como ganador y Mackinlay segundo,
autor de una protesta por no haberse sumado también el tiempo del
repechaje según el cual hubiera sido ganador absoluto.
Sin embargo, para un panorama
más completo corresponde transcribir aquí una cronología
redactada por Alfredo Parga y publicada en 1994 en la colección
AUTOMOVILISMO del matutino LA NACIÓN, cuyo capítulo “¿Cuándo
llega? ¿Qué entra?” ofrece el siguiente cuadro:
-
1887 (¿o 1886?):
Dalmiro Varela Castex introduce un triciclo con motor De Dion Bouton (desarmado).
-
1892: Dalmiro Varela
Castex importa un Benz, a caldera.
-
1895: Dalmiro Varela
Castex trae al país un Daimler, de encendido por incandescencia;
Guillermo Fehling habla de un Daimler de un cilindro, que desarrollaría
hasta 35 km/h (¿totalmente automático?); Dalmiro Varela Castex
y Marcial Mirás entran un Benz con ruedas de goma maciza (encendido
electrónico, acumulador de dos voltios y un ruptor, no tenía
carburador y el gas circulaba por aspiración de aire).
-
1896: Dalmiro Varela
Castex ingresa coches sistema Decauville Panhard y De Dion Bouton (el Decauville
sería el primer coche a nafta, de explosión).
-
1897: El 15 de octubre
Guillermo Fehling trae el primer Daimler de un cilindro (según su
manual de 40 páginas, es un dos cilindros que llegaría a
marchar a 50 km/h, dirección de manubrio, ruedas de hierro, de goma
maciza). Costo: 4500 pesos (el primer auto de bencina, según Fehling).
-
1898: El doctor Eleazar
Herrera Motta compra en los EE. UU. un Holsman, también conocido
como Automobile 0 0 (en la placa trasera se leía: “Patent, October
9, 1888).
-
1900: Dalmiro Varela
Castex trae un Decauville (coche de vapor, inventado por Stanley, tipo
Dokar, ruedas de acero con neumáticos de cámara de aire (una
“voiturette”); la empresa India Rubber Company (Inglaterra) exporta a la
Argentina el primer coche eléctrico; Dalmiro Varela Castex y Miguel
Marin introducen en nuestro país el primer Ford.
Tenemos entonces aquí
dos compilaciones de fuentes y por autores diferentes. Por lo visto habría
que hacer todavía una larga y profunda labor de investigación
respecto de lo que fue “primero” o “antes”. Para lo cual antes sería
menester definir si un triciclo puede considerarse un automóvil,
si un automóvil solo es de cuatro ruedas con motor a nafta, o también
a vapor o eléctrico, y así por el estilo.
Como puede observarse la
discusión es bizantina como la del sexo de los ángeles. Queda
como saldo que en nuestro país, uno de los más ricos del
orbe por entonces, se comenzaron a importar desde muy temprano vehículos
a motor, que eran el último grito del progreso hacia fines del siglo
XIX.
En el listado de “automóviles
introducidos” que incluye también triciclos, observo algunas ausencias
que bueno sería tener en cuenta para completar el cuadro.
En
el Rosedal de Palermo aparece en una fotografía de la época,
un automóvil Peugeot ocupado por dos damas, sin mayores precisiones.
Averiguaciones hechas por este autor en Peugeot Francia indican que se
trata de una “voiture 2 places”, sea tipo 14, sea tipo 17, de entre 1897
y 1898. Buen dato para ser tenido en cuenta por los historiadores. Es un
automóvil con todas las de la ley que habría circulado por
las calles de Buenos Aires a comienzos de 1900.
Del año 1899 a su
vez tenemos un aviso de la casa Mestrallet Hnos., Florida 335, anunciando
en oferta un Victoria (Torino) de la recientemente fundada FIAT.
Como puede verse en sucesivos
años llegaron al país numerosos automóviles, y no
solo a bencina sino también a vapor y eléctricos, en parte
traídos por particulares por lo que escapan a menudo las estadísticas
oficiales, en parte por “casas introductoras”. Un verdadero rompecabezas
que hasta tanto nadie encuentre en las profundidades de las colecciones
de los diarios una referencia precisa e inapelable, continuará dando
pie discusiones.
Por de pronto lo de la primera
competencia para automóviles queda aclarado al saber dónde
y cuándo se produjo el error de trascripción; fue en 1901
y no en 1904.
En cambio el veredicto respecto
de cuál fue primer automóvil deberá por lo visto aguardar
un poco más para ser confirmado o rectificado porque son demasiadas
las referencias que circulan hoy al respecto.
Tal vez no se llegue nunca
a una conclusión definitiva. Habrá entonces que hacer como
el autor de estas líneas cuando redactó para la revista “Rueda
Rudge” del Club de Automóviles Clásicos una nota acerca de
quién realmente ganó la histórica “primera en rutas”
de Recoleta al Tigre Hotel.
Apelé para el razonamiento
de este trabajo a una referencia que había hallado entre el fárrago
de antecedentes, en este caso hallado en las páginas amarillentas
de La Razón. Descubrí en un reportaje publicado en ese matutino
(La Razón se trasformaría en vespertino, tal como nosotros
la conocimos, tiempo después) que en dicha competencia Martín
“había matado cinco perros” y deduje entonces que si éste
fue el que más canes atropelló debió haber sido el
que corrió delante de todos los competidores y a mayor velocidad.
A falta de otros argumentos más contundentes, éste puede
ser válido.
A todo eso existe una entrevista
hecha por un cronista de la revista El Hogar en los años 30 ó
40, o sea varias décadas después de los sucesos del Hipódromo
Nacional de Núñez, a Dalmiro Varela Castex.
Allí, el veterano
automovilista sostiene lo siguiente:
-El primer automóvil
en el país fue un Benz a petróleo traído por el antedicho;
-Que importó también
el segundo vehículo autopropulsado de Estados Unidos: un Locomobile
a vapor;
-Que la primera carrera
de velocidad “fue disputada entre el doctor Marcelo Torcuato de Alvear
y Aarón de Anchorena, en la pista del Hipódromo Argentino
(debía decir Nacional, de Núñez); respecto de la fecha,
Varela Castex admite no tener muy presente el año, pero “que debió
ser por el 1900” (fue en 1901), bien que correctamente recuerda que la
prueba fue organizada por las Damas de Caridad. Agrega que Varela Castex
piloteaba el Locomobile, y Anchorena un Panhard a nafta; ganó “por
varios cuerpos de ventaja” el Locomobile de Alvear, siempre a decir del
entrevistado. El vapor sobre la nafta, cosa que no debe sorprender porque
de esa época una estadística norteamericana indicaba que
en un año se produjeron más coches de vapor que eléctricos,
y más eléctricos que nafteros.
Pero analicemos algunas otras
facetas de la nota aparecida en El Hogar.
Una de las fotos muestra
uno de los carromatos de la época, con las barandas del circo del
Hipódromo como fondo, con esta leyenda: “El actual presidente de
la Nación, doctor Alvear, el día que ganó en el Hipódromo
Argentino (sic) la primera carrera de automóviles que se corrió
en el país”.
Ocupan el pescante dos personas:
Uno, el “chauffeur” con el manubrio en la mano, y al lado otro señor
con rancho y bigote tipo Kaiser. Éste ha de ser Varela Castex, a
quien vemos ese día en otra foto con el mismo atuendo al lado del
coche de Juan Cassoulet.
Siendo así, el “chauffeur”
debe ser entonces Marcelo Torcuato de Alvear, nada fácil de identificar
debido a la mediocre calidad del clisé. El vehículo sería
por lo tanto el antedicho Locomobile.
Una situación un
tanto curiosa, porque Varela Castex afirma que en esa oportunidad actuó
como juez, junto con Emilio Casares. ¿Corriendo y moderando? ¿Juez
y parte? ¿Y la cigarrera obtenida por Cassoulet? Caramba.
Tras analizar todos estos
comentarios y relatos a menudo imprecisos y contradictorios uno llega a
la conclusión siguiente:
Los orígenes del
automovilismo argentino comenzaron a recopilarse varias décadas
después de ocurridos los hechos, y los veteranos y pioneros entrevistados
habían olvidado los detalles o simplemente procuraban llevar agua
para sus molinos.
Así
las cosas se me ocurre que lo más atinado sería recurrir
a las crónicas de la época, que empero tampoco son precisas
porque eran redactadas por cronistas de turf o comentaristas de la vida
social.
Y ni siquiera todos los
diarios y revistas consignaban resultados coincidentes.
Por todo ello hay que atenerse
a las pocas evidencias y las noticias más congruentes.
En tal orden de cosas hay
algo irrefutable:
La primera carrera (en rigor
un desafío entre el vapor y la nafta) fue ganada por Juan Cassoulet,
que por este logro obtuvo como premio la consabida cigarrera con fosforera
de plata, piezas que el citado restituyó en los años ’40
al Automóvil Club Argentino y que ahora se exhibe en el Museo Juan
Manuel Fangio, de Balcarce. Cassoulet, ganador entonces.
En cuanto al primer automóvil
introducido en el país, subsiste la incertidumbre ya que varios
personajes reclaman esta prioridad.
Tal vez no se pueda ya avanzar
mucho más en la investigación tras haber pasado más
de un siglo de aquellos acontecimientos. Hemos cerrado el círculo,
pero quedan algunas dudas que en buena hora queden en pie para que los
aficionados sigan teniendo tema para la discusión.
Federico B. Kirbus |